Por: Adrián Alberto *
“Éxodo
a las siete estaciones” de Bethoven Medina nos enfrenta directamente con la
palabra y su estructura, nos genera un puente a los cuestionamientos
existenciales del ser humano y la naturaleza. Conformado por 49 poemas
divididos en siete estaciones que el poeta plantea como una visión de la
conexión existente entre el hombre y su hábitat.
La permanencia limitada del individuo en un
mundo que sabe se le arrebatará, obliga al poeta a construir un libro que busca
la integración total del hombre con su entorno para de esta forma conseguir una
estabilidad espiritual, social y natural.
La
temática parte del número cabalístico siete. El libro del Génesis habla de los
siete días de la creación, las Escrituras hablan de siete arcángeles, y el
libro del Apocalipsis habla de los siete sellos de la Revelación. La Biblia,
que hace referencia precisa a la creación del hombre, está saturada de figuras
que tienen como principal protagonista el número siete y tiene su paralelo en
otros contextos: Hay siete dioses de la suerte en la mitología japonesa, y los
budistas creen que Buda caminó siete pasos en su nacimiento.
En
el judaísmo, hay siete días de luto, el Torá semanal se divide en siete
secciones especiales, hay siete bendiciones recitadas en una boda judía, la
novia y el novio judío son agasajados por siete días, y hay siete emociones
primarias atribuidas a Dios. En la tradición islámica, hay siete cielos y siete
tierras, siete fuegos en el infierno, siete puertas del cielo, siete puertas
del infierno, Y luego están los hechos más reconocibles relacionados con el
número siete: hay siete continentes en el mundo, siete colores en el arco iris
y son siete los días de la semana.
Estamos
ante un concepto que nos habla directamente del origen del universo y de la
permanencia del individuo desde entonces. “De cara al tiempo que nos otorga
Vida y Muerte / aramos la tierra con su piel cubierta de eucaliptos, y
orgullosos enraizamos en busca de permanencia” (Pág. 21).
Bethoven
nos muestra ese lado arquitectónico de la palabra que puede apreciarse en otro
de sus grandes libros como es “Volumen de vida”, sin embargo, éxodo nos obliga
a recaer en su mística que atrapa al lector desde el primer momento.
Otro
punto importante dentro de la obra de Medina es el espectador, el hombre que
mira lo que le rodea y se adhiere a su entorno. “La eternidad de los astros me
da vida, como la luna sorprende a desesperados marineros” (Pág. 79), es
entonces que el libro que el poeta nos presenta es una visión de la realidad,
una ampliación de la percepción natural cuando nos dice: “Solo miro mi alma y corazón
floreciendo / Levanto la frente, y suspiro hondamente hasta producir alas” (Pág.
49). Es entonces que el hombre emprende un viaje interno, un autoconocimiento
del ser y se ve atrapado en sí mismo, “Me levanto temprano a deshojar la
soledad, en ella, me encuentro y abrazo; y tengo compasión de mi sombra” (Pág.
94)
Bethoven
Medina nos trae a través de “Éxodo a las siete estaciones” una edificación de
la realidad, la necesidad de adaptarnos y sobrevivir en un mundo que no deja de
asombrarnos cada día, la necesidad de ver más allá de la neblina, del mar,
tener una visión más filosófica de la vida que nos otorga la sustancia para
escribir un libro de la magnitud del que hoy nos presenta, y como señala en el
último poema “En cada palabra mía, cae la lluvia y estalla en luces; si el
siete significa perfección del ser humano, no solo sentimiento, el claro saber
sea en mí” (Pág. 109). Auguramos, que siga cayendo la lluvia y sus palabras no
dejen de estallar, que el claro saber sea siempre en él y siga dando estas
muestras de destreza e ingenio con la palabra.
·
Adrián Alberto (Trujillo, 1991) es un joven
poeta de la nueva generación del norte peruano. En el 2015, publicó Sobre la muerte de las arañas (Pájaro
Salvaje), libro que fue destacado por el poeta y crítico literario Ricardo
González Vigil.
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