martes, 22 de noviembre de 2016

EL LIBRO “ÉXODO A LAS SIETE ESTACIONES” DE BETHOVEN MEDINA





                                                                                                       Por: Adrián Alberto  *
“Éxodo a las siete estaciones” de Bethoven Medina nos enfrenta directamente con la palabra y su estructura, nos genera un puente a los cuestionamientos existenciales del ser humano y la naturaleza. Conformado por 49 poemas divididos en siete estaciones que el poeta plantea como una visión de la conexión existente entre el hombre y su hábitat.
 La permanencia limitada del individuo en un mundo que sabe se le arrebatará, obliga al poeta a construir un libro que busca la integración total del hombre con su entorno para de esta forma conseguir una estabilidad espiritual, social y natural.
La temática parte del número cabalístico siete. El libro del Génesis habla de los siete días de la creación, las Escrituras hablan de siete arcángeles, y el libro del Apocalipsis habla de los siete sellos de la Revelación. La Biblia, que hace referencia precisa a la creación del hombre, está saturada de figuras que tienen como principal protagonista el número siete y tiene su paralelo en otros contextos: Hay siete dioses de la suerte en la mitología japonesa, y los budistas creen que Buda caminó siete pasos en su nacimiento.
En el judaísmo, hay siete días de luto, el Torá semanal se divide en siete secciones especiales, hay siete bendiciones recitadas en una boda judía, la novia y el novio judío son agasajados por siete días, y hay siete emociones primarias atribuidas a Dios. En la tradición islámica, hay siete cielos y siete tierras, siete fuegos en el infierno, siete puertas del cielo, siete puertas del infierno, Y luego están los hechos más reconocibles relacionados con el número siete: hay siete continentes en el mundo, siete colores en el arco iris y son siete los días de la semana.
Estamos ante un concepto que nos habla directamente del origen del universo y de la permanencia del individuo desde entonces. “De cara al tiempo que nos otorga Vida y Muerte / aramos la tierra con su piel cubierta de eucaliptos, y orgullosos enraizamos en busca de permanencia” (Pág. 21).
Bethoven nos muestra ese lado arquitectónico de la palabra que puede apreciarse en otro de sus grandes libros como es “Volumen de vida”, sin embargo, éxodo nos obliga a recaer en su mística que atrapa al lector desde el primer momento.
Otro punto importante dentro de la obra de Medina es el espectador, el hombre que mira lo que le rodea y se adhiere a su entorno. “La eternidad de los astros me da vida, como la luna sorprende a desesperados marineros” (Pág. 79), es entonces que el libro que el poeta nos presenta es una visión de la realidad, una ampliación de la percepción natural cuando nos dice: “Solo miro mi alma y corazón floreciendo / Levanto la frente, y suspiro hondamente hasta producir alas” (Pág. 49). Es entonces que el hombre emprende un viaje interno, un autoconocimiento del ser y se ve atrapado en sí mismo, “Me levanto temprano a deshojar la soledad, en ella, me encuentro y abrazo; y tengo compasión de mi sombra” (Pág. 94)
Bethoven Medina nos trae a través de “Éxodo a las siete estaciones” una edificación de la realidad, la necesidad de adaptarnos y sobrevivir en un mundo que no deja de asombrarnos cada día, la necesidad de ver más allá de la neblina, del mar, tener una visión más filosófica de la vida que nos otorga la sustancia para escribir un libro de la magnitud del que hoy nos presenta, y como señala en el último poema “En cada palabra mía, cae la lluvia y estalla en luces; si el siete significa perfección del ser humano, no solo sentimiento, el claro saber sea en mí” (Pág. 109). Auguramos, que siga cayendo la lluvia y sus palabras no dejen de estallar, que el claro saber sea siempre en él y siga dando estas muestras de destreza e ingenio con la palabra.



·         Adrián Alberto (Trujillo, 1991) es un joven poeta de la nueva generación del norte peruano.  En el 2015, publicó Sobre la muerte de las arañas (Pájaro Salvaje), libro que fue destacado por el poeta y crítico literario Ricardo González Vigil. 

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